viernes, 4 de marzo de 2016

Fitzcarraldo - Granero Responde Ovejas (Por Caridad Producciones 1994)

Koldo fotografiando a Luisito Lechuga
Volvemos hoy con nuestra querida sección Artista Invitado, y en esta ocasión tenemos con nosotros a Luis Ángel Abad, más conocido como Koldo en los ambientes musicales de la ciudad del Turia, donde empezó a asaltar los escenarios a mediados de los noventa con Felpudo Tos. En 1998 llegó la edición del primer disco del grupo, Tos Felpudo, editado por Subterráneo Records, y del que recientemente se ha fraguado un remake a cargo de un buen montón de bandas de todo el estado como Elle Belga, Viva Bazooka o Césped De Verdad. Tanto el disco original como este Tos Felpudo Remade 1998-2015 se editarán juntos, creo que más pronto que tarde, en un doble vinilo de la mano de Borx Records.
Felpudo Tos cesaron su actividad en el año 2000, dejando inacabado el que iba a ser su segundo disco, Un Ejército De Codos Contra La Punta De Un Buque, y Koldo casi desapareció del universo musical, investiguen Sotánica si les apetece, ocupado en otros menesteres. Tardó en reaparecer, pero lo hizo con ganas. Junto con Alberto, que ha militado en La Secta, Yogur, Athom Rumba y Billy Bao, formó Pupa para participar en la edición de 2014 del Festival de Arte Experimental MEM. Como testigo de esta unión quedó el EP Desengranajes, que se puede escuchar en el bandcamp de Luisito Lechuga, su proyecto en solitario que arrancó en 2014 con la edición de Lettuce B. Esta grabación es la primera referencia de Born Fossil Tapes, sello que él mismo lleva adelante y que plantea como una obra conceptual que reflexiona irónicamente sobre la vigencia de los formatos.
Si vamos mas allá de su faceta musical, el mundo de Koldo es prácticamente inabarcable. Creativamente se define como un organismo biocultural extremófilo situado en algún lugar al límite de la palabra, que gusta de situarse en un terreno de operaciones MultiNdisciplinar. Así, en su obra podemos encontrar ensayo, novela experimental, dibujo, pintura, mixed media y creación audiovisual. Aparte, ha ejercido la docencia universitaria durante una década y colaborado con distintos medios como Levante, Ruta 66, Mondosonoro... además de ser autor de Rock contra cultura (Biblioteca Nueva 2002) y Mito e industria cultural (Alfons el Magnánim 2003), libros que salieron de su tesis doctoral sobre cultura del rock.
Aquí y aquí pueden ustedes encontrar más información sobre nuestro hombre.
Al contrario que en otras ocasiones, después de la participación de Alberto Serrano en esta sección hablando de Tos Felpudo, fue Koldo quien se puso en contacto con nosotros para charlar, y al comentarle que también se había puesto sobre la mesa Granero Responde Ovejas de Fitzcarraldo, nos indicó que él hablaría de ese disco con mucho gusto. Más contentos nos pusimos nosotros al poder contar con su colaboración. Hoy ven la luz su texto y el mio, hecho cada uno sin saber lo que cuenta el otro, para que los lea todo el que quiera.


Koldo dice:
Con el disco de Fitzcarraldo se me juntan muchas cosas. Mi experiencia como oyente, mi asentamiento en Valencia, el videoclip que les montamos, el germen de mi banda Felpudo Tos. Y por supuesto mi relación con ambos, especialmente personal con Pili.
Como oyente Fitzcarraldo me enfrentaron a una experiencia desafiante. Eran evidentemente ambiciosos, y para mí suponían un ejemplo de lo que debían ser las propuestas surgidas en la música independiente. Luego se primó a bandas como Australian Blonde y Dover. El potencial del indie español se malogró desde mi punto de vista, pero eso ya es otra historia. Por el contrario lejos del rock facilón, “Granero responde ovejas” era una auténtica odisea sonora. En la galleta de CD, los títulos de los temas haciendo espiral anunciaban el vértigo de adentrarse en su escucha. Sin cortes prácticamente entre los temas, la música se iba desplegando en sugestivas imágenes desde el comienzo del disco. Alguien daba cuerda a un reloj, se oía una puerta, sonaban unas melódicas, un silbido despreocupado a lo lejos... Así comenzaba el paseo por los entresijos mentales de Truna y Arreis.
Granero responde ovejas acumulaba así escenas imposibles, según un planteamiento muy cinematográfico. Algo que Truna ha desarrollado posteriormente en su carrera, aquí estaba en germen. Entonces todavía no tenía a sus monstruos, pero Fitzcarraldo facturaban su propia escenografía sonora. El oyente se veía inmerso en una escena de suspense donde alguien llama de repente a la puerta. Participaba en un vals desplomado en el Titanic. Presenciaba trenes de juguete acelerando hasta descarrilar. Había momentos de Western, y dibujos animados, y lounge muy a lo Blake Edwards.
Toda aquella parafernalia no era pretexto contra su falta de pericia musical. Al revés, como dúo de rock eran bien competentes cuando se embalaban por el derrotero más directo. Esto es algo que pude constatar siempre que los vi en vivo. Me chocaba mucho el papel de la percusión, entre minimal y sin miedo a los cambios de ritmo. Y me molaba mucho el fuzz de las guitarras. Como en “El sol viene hacia mí”, con Pili dando timbales y esa guitarra tan funky hasta hacerse ácida. Enmarañada por sonoridades midi que hoy suenan tan vintage y naive.
El paisaje sonoro de Fitzcarraldo daba para todo. Una guitarra desvencijada abriendo “Ovejas”. Momentos progresivos en “El gran Askona pregunta a Granero”. Arpegiados, ritmos sincopados, una bossa nova podrida al hilo de una guitarra distorsionada hasta desembocar en una especie de momento de percusión tibetana, con la distorsión haciendo de viento en el Himalaya durante “Titara Taso”. Todo un ejercicio de improvisación, abierto por una distorsión que se despereza al tema siguiente. Roto como por un robot hasta que entran las melódicas y se produce una especie de jota con midi laser.
Mi parte favorita del disco enlaza el tema 8 con “Ojos”. Empieza con unos coros muy ambiciosos, con Pili entonando y cantando muy bien. Ella tiene una voz muy dulce, que siempre hace un contrapunto muy especial. Entona bien de oído. No necesita forzar. Tiene la música dentro de natural. Al reescuchar Granero responde ovejas, siento que en Felpudo Tos la desaprovechamos por asegurarnos un ejercicio de feísmo. Su forma de tocar la batería también es muy personal. Su batería favorito era Stewart Copeland de The Police, jojo me matará por contar esto. Gente como Marcos Junquera de Betunizer, me ha reseñado su groove y la libertad de espíritu que se nota en su forma de dar tambores.
“Infant tango para el tercer baile” tiene un momento funky genial, que se extiende en una progresión natural hasta un momento “palmas”. Otra vez demostrando que como dúo de rock eran muy buenos, muchos años antes de que el formato se pusiera de moda con White Stripes. Luego suspenden la interpretación en un momento DadaDaísta… y toque de atención con la varita de director de concierto para pasar al tema 9 a través de una serie de desarrollos progresivos brutales. Hasta que en torno a los dos minutos y medio generan un momento de pesadilla con violines descacharrados. Y todo esto no es más que el prolegómeno del track estelar, “Ojos”… En fin, extenderme en describir todos los momentos reseñables del disco sería interminable. Sigue todo en esta tónica hasta terminar con la canción cuyo título da nombre al disco, con un juego de distorsiones rodeando la voz de Pili en otro momento sencillamente apoteósico.
Koldo, infiltrado en el Granero.
Como suele ocurrir, el mundo sonoro de Fitzcarraldo era sólo un pálido reflejo de su mundo personal. Antes de escuchar Granero responde ovejas, conocí a Truna con idea de pedirle que musicara los poemas que publiqué en “Filetes de ternura”. Un amigo me habló del grupo a cuenta de un concierto muy raro que vio en el Politécnico, donde la bajista se había pasado toda la actuación de espaldas. No sé cómo di con él y quedé en su casa de Tapinería. Aquello era poco menos que el Merzbau de Schwitters. Una mezcla de vivienda-taller-lugar de ensayo, lleno de cachivaches, instrumentos, maniquíes recogidos de la basura… Era un sitio mágico que denotaba por cada detalle, que allí se vivía por y para el arte. Al lado vivía gente del El Otro Ilustre Colegio Oficial de Patafísica. Aquel entorno determinó mi posicionamiento creativo, ofreciéndome la referencia radicalmente vanguardista que la Facultad de Bellas Artes con todo su bagaje no me aportaba.
El vínculo con ellos se fue estrechando. En algún momento estuve a punto de irme a vivir allí y finalmente no fraguó. Creo que quizás fue mejor, se habría sumado excesivo caos. En aquel tiempo estaba interesado por la videocreación, y les propuse hacer un videoclip a cuenta de unas ayudas del Gobierno de Navarra. El verano de 1995 lo dedicamos a grabar en Tapinería. Andrés quiso que filmáramos en Super 8 e inmediatamente tuvo la idea de jugar con imágenes de peces que inflaban globos de colores. Yo planteé una especie de desafío absurdo entre un hombre y su mascota, donde pez y humano se retaban a ver quién aguantaba más tiempo fuera de su medio. La última imagen sería una cabeza humana sumergida en el agua, mientras un pez nadaba tranquilamente alrededor de ella. Andrés quería crear una intrincada maquinaria de poleas, algo absurdamente complicado para subir y bajar peces. Todo era en realidad un pretexto para divertirnos y mostrar el imaginario de Fitzcarraldo, que de natural ya era de sobra sugerente.
Un día de Julio nos vinimos del Mercado Central con un montón de morralla. No entraré en detalles de la parafernalia que montamos para que Andrés pudiera inflar los globos por un tubo a través de ellos. Digamos que no eran tiempos de efectos digitales. Antes de ese verano maravilloso Iván y yo habíamos comenzado a sacar canciones con guitarra y bajo, que sólo pasaban el corte si nos resultaban suficientemente ridículas. Nuestros amigos de Malasombra tenían nuevo número de su revista, y dijeron que nos incluían en el concierto de presentación si nos apetecía tocar allí. Le dijimos a Pili si quería participar en ese bolo con nosotros. Andrés la animó y ella dijo que adelante. Ensayamos una semana y dimos nuestro primer concierto como Felpudo Tos. Al volver del verano Fitzcarraldo se había roto por historias personales y Pili se quedó ya con nosotros. Andrés por su parte, andaba ensayando improvisaciones basadas en marasmos de ruido que grababa sistemáticamente en mini disc. Me contó que el habitáculo donde se encerraba para ello, incluía una botella para orinar de forma que nada interrumpiera su afán creativo. Eran mediados de los noventa, y el mundo estaba trunizándose.


Alfredo dice: Aterricé en Valencia en septiembre de 1992, y fue en octubre o noviembre la primera vez que me acerqué hasta Glop. Tocaban Los Clavos y El Inquilino Comunista y la plaza de Benimaclet me cogía cerca. Motivos más que suficientes. Yo estaba acostumbrado a ir a conciertos al aire libre, no se prodigaban mucho por aquel entonces ni bares ni salas que programasen conciertos en Tenerife y lo que abundaban eran fiestas de barrio y eventos mayores en la Plaza de Toros. Entrar en Glop me dejó algo descolocado, con aquel diminuto escenario de un palmo de altura. Las paredes estaban llenas de carteles, algunos nombres familiares, Amor Sucio, La Resistencia, creo recordar, y el más bonito de todos, el que se quedó impreso en mis recuerdos, el de un grupo desconocido para mí, llamado Fitzcarraldo. Me quedé con el nombre.
Para no aburrirles mucho voy a resumir telegráficamente los acontecimientos clave que ocurrieron durante el siguiente año y medio, y que hicieron que mi curiosidad por ellos creciera hasta obsesionarme ligeramente. Creo que este fue el orden en el que ocurrieron, parece lo lógico, pero no me atrevo a poner la mano en el fuego. Escucho por primera vez el maxi El Telar De La Locura de Carmina Burana y lo coloco muy arriba en mi clasificación personal de discos imprescindibles. Alguien me dice que en Fitzcarraldo toca el que fue bajista de Carmina Burana. Escucho el primer disco de Carmina Burana y lo coloco muy arriba en mi clasificación personal de discos imprescindibles. Alguien me dice que aquella chica que está allí, viendo a 713avo Amor en Bésame Mucho, como yo, tocaba en Fitzcarraldo. Voy y le pregunto si tienen algo grabado. Sí, tocamos dentro de poco en (no me acuerdo del nombre), que está en la zona de Cánovas, ven y te llevo una maqueta. Voy mal acompañado. Toma. Pone mi nombre, es preciosa, soy muy feliz. Mi acompañante me tortura psicológicamente durante todo el concierto, vámonos, vámonos, vámonos. No, no, no, y como venganza, cuando llegamos a casa pongo la cinta. Alucinante. Eran Fallas del 94. Me fui de Valencia. Se editó Granero Responde Ovejas. Corrí a comprarlo.
La sorpresa la atenuaron las mil escuchas que le había dado a la maqueta, pero no así la reconfortante satisfacción de escuchar de corrido este disco, olvidándome de la división en canciones, que comparte espíritu con otros discos tan únicos y especiales como el Todo Ubú de Los Iniciados o aquel mini-cd de Juan Crek y Pep Figueras que se llama Dos Hombres Chinos. Nada más he podido emparentar con Granero Responde Ovejas, y estas grabaciones, insisto, tan solo en espíritu.
Fitzcarraldo en este disco crea un folclore musical imposible de situar en ningún espacio y en ningún tiempo. Por su música desfilan danzas, costumbres, cuentos, leyendas y supersticiones tan fascinantes como incomprensibles a primera vista, pero que en las dosis apropiadas acabaron ejerciendo de salvadora vacuna para nosotros, mortales inoculados desde el nacimiento por el virus del lugar común musical. Su lenguaje nunca fue el nuestro, y así su realidad, su existencia, descotidianizó la nuestra, la de los que tuvimos la suerte de tropezarlos, y ahora, que ya no están, no nos queda mas remedio que agradecerles que una y otra vez, cada vez que suena este disco, nos pongan entre el extrañamiento y la pared, haciéndonos sentir que en cualquier momento, con un sonido inesperado, pueden talar nuestra cabeza y entregársela en sacrificio al Gran Askona, y además siempre contando con nuestro más absoluto beneplácito.
Gracias Dra. Arrais, gracias Dr. Truna.

Koldo quiere que escuches, y veas, Ojos



Alfredo quiere que escuches Ovejas

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