domingo, 14 de junio de 2015

Gossssssarrra (Chirria Sello 2013)

Vaya por delante que ya no me pueden gustar los perros, ahora, de grande, soy extremadamente alérgico y tocarlos me supone un trastorno. Cuando recibí este disco me percaté de que presenta un bonito can en la portada y al echarle un ojo al interior, de que hay mucho título perruno. Así que se trata de un disco sobre perros, ¿qué hemos venido aquí a hablar de perros, me quieres decir?. Pues allá vamos. Me pongo el disco y a pensar en perros. Me viene a la cabeza el doberman de Alonso, el vecino de mi abuela. Era un perro asesino, su cráneo no crecía pero sí su cerebro con lo que se le iba apretujando hasta la locura. Nos gustaba pensar que algún día le veríamos salir los sesos por las orejas.
También me acuerdo de Huesitos, que por más que lo intentáramos cebar cuando lo encontrábamos los fines de semana, no había manera, no cogía ni un kilo. Creo que en verdad estábamos alimentando a sus garrapatas. Que sensación esa de sentirlas explotar bajo tu pie y ver sobre la acera la mancha de sangre fresquita que dejaban.
Y, ¿cómo no?, de Snoopy. Todas las niñas del instituto tenían algo de él, un estuche, pegatinas, la carpeta, era un perro encantador, así que nosotros le añadíamos pollas gigantescas a boli Bic.
Y en esencia esto es lo que hay aquí, dieciséis artistas de diverso pelaje contando sus historias de perros. Algunas podían ser las mías. Trimegistus parece haberse metido en el cerebro de ese doberman donde la presión no para de aumentar, y Lucía C. Pino en el estómago de Huesitos. Hay identificación de las supuestas cualidades del perro con las actitudes más miserables de la clase media, pero lo que en IOM es llamada a la rebelión y rabia, en C-utter se convierte en condena a muerte. Hay monstruos y deformidad, Agnes Pe pasea su esqueleto de perro industrial, mientras Hiyohiyoipseniyo y Plom crean sus engendros a partir de los trozos de mil perros, y si al primero no me gustaría encontrármelo de frente, al de Plom algunos de sus rasgos le dan cierto aire cómico. Hay un proceso de desparasitación tremendo, donde no sólo sufren los inquilinos no deseados, según el método de El Artista También Conocido Como Joaquín Lara, y también sangre y heridas en carne viva en la narración de Vacilo The Cock.
Pero como no sólo de horror vive el perro, aqui también se juega con ellos y se entrenan, como hace Oier Iruretagoiena, y Nieblafascista y X hasta se van de fiesta con ellos. Y hay espacio para la nostalgia que transmiten Las Barbas Indómitas y Noish, este último entre la caricia y el juego. El vacío de la pérdida parece patente en el peculiar réquiem de Erra Fagus y mis recuerdos de infancia aparecen en los ecos de Po Poy, recuerdos de cuando podía tocar a los perros.
Y al final, me surge una pregunta, "¿Es que yo era el único que le pintaba pollas a Snoopy?", y una certeza, que expondré parafraseando a mi vecina la del perro, prefiero quedarme con la compañía de mi Gossssssarrra antes que con la de muchos de mis iguales.






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